Claro que si de amor de trata, yo no soy el más indicado para dar testimonios. De brindis, por supuesto, en cualquier caso. Pero de amor, no. Me dedico a una vida desordenada, de amores cortos; poco romance y mucho movimiento. Busco paz y estabilidad, pero jamás la encuentro. Todo es momentáneo. Todo dura poco. Todo nace, se pudre y se muere. Hoy podría decir que estoy enamorado, que engaño a Cuba con una mujer, y que he engañado a esa mujer con otras mujeres, como he engañado a otras mujeres más. De mujeres me carga hablar, porque casi nunca opinan lo mismo que yo. Prefiero limitarme a decir que el amor es un juego de máscaras, de demonios vestidos de ángeles y de ángeles heréticos, donde la ternura y la pasión luchan por concordar en algo. Mujeres juegan a ser malas, hombres juegan a ser peores, y siempre hay uno que sale malherido. Lo demás es pura literatura y mitología. Esto a algunas les gusta y a otras no tanto. A las primeras, mis más sinceras bendiciones, y al resto, hay varios giles por ahí aburridos, sin gracia y sin una mierda en la cabeza. Allá ustedes.
En cuanto a ideas, creo que son la gran carencia de las ciudades modernas. En Cuba se vive con poco y se entrega mucho. En los demás países capitalistas se vive con mucho, pero se entrega poco. Los insípidos europeos vienen a nuestros países y se van maravillados, incapaces de comprender tanta amabilidad, tanta hospitalidad. De ahí nace la pregunta: ¿qué es mejor? ¿mucho dinero, poder y progreso material, o un país humilde, predicador de justicia, donde todos se alegran de vivir y compartir, y el que muere de hambre es porque así lo quiso? En Cuba todos tienen derecho a trabajar. Los vagabundos aquí son por vocación: reales trotamundos que realmente no quieren hacer otra cosa que andar y vivir sin trabajarle un peso a nadie. Y claro, todos son personajes insignes de la ciudad. Cada uno tiene una historia distinta qué contar, y esa historia se va mezclando criollamente con la gran historia de Cuba, que es posible encontrar en cualquier calle de La Habana Vieja. Cuba es un mosaico de historias, y cada cubano cumple un rol en ella. Es un cuento con un final amargo, pero de lectura cálidad y amena. Es una primavera donde suele nevar, y un invierno donde siempre sale el sol. Metafóricamente, claro está, ya que el calor humano y climático aquí es permanente.
Para mí, Cuba ha sido la mezcla de todo lo anterior y mucho más. Una mujer con ideas que enamora a los intelectuales, que bromea con todos y que deja atónito a cualquiera. Es un país hecho de sueños nobles construidos a la medida de las circunstancias. Es una nación que ha luchado a través de toda su historia contra la injusticia, la ignorancia y el olvido. Es un pueblo fuerte. Es la Isla de Fidel y sus secuaces. Es la pesadilla eterna de los gringos y cualquier persona cegada por la ambición. Por eso me nacen las ganas de escribir algo así, algo que deje constancia del amor que se puede llegar a tener por un país y su pueblo. Me dan ganas de tomar ron y hacer versos. Me dan ganas de quedarme. Me dan ganas de gritar: "¡Piñera y la conchetumadre, me cago en tu gobierno culiao y en todo tu gabinete! ¡Qué viva la Revolución!". Pero Fidel envejece y sus ideas con él, y los únicos autorizados a emitir un grito así son los propios cubanos. Nosotros sólo somos sus fieles espectadores.
23 de febrero del 2010
La Habana, Cuba