Siempre hubo otra mirándose en tu espejo
comiéndose de a poco todos nuestros recuerdos
y yo que de cabrón siempre lo quiero todo
sin ofrecer ni el más mínimo esfuerzo
acabé aborreciendo la vanidad de mi sombra
y envidiando ese amor que se te iba en silencio
hasta que al fin aprendí que la puta soberbia
es sólo un reflejo de nuestros miedos
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